Suspiro
en mis oídos,
tranquilidad
en mis emociones,
una
especie de aspersión-dispersión de las percepciones.
conjunto
ornamental del caníbal,
los
que cuelgan de su pecho unidos por una surreal contradicción,
la
vida que delimita su fábrica de hermosa voz,
aquel
par de colinas de piel que extasiados son un lujo observar.
compañía
de locos inmorales que anónimamente vagan su felicidad en rincones
de ciudad,
solamente
consiguiéndose juntos, en la parte oscura del día.
Quienes
se buscan y encuentran bajo nombres titulares de 5 letras,
en
las que se describe situación, emoción y lo hermoso de la vida.
Suspiro
en tus oídos, ciego, tonto, callado y amable,
revuelvo
pensamientos acumulados de estrechez en un bar local,
a
quince la cerveza, dos más y ánimo de caminar por fuera y zurcir
cuestiones de ley,
escrita
a palmos de torrentosas olas de masculinidad.
De
fuera hacia dentro, ¡en dónde estamos!
Marché
a la dirección que el clima y paisaje aprobaron para esas escenas,
inmiscuido
brusca y turbiamente en un viaje continuo a la locura que sola se
reproduce
en
agrestes mundanas conglomeraciones de humanos de prefutu.
Estoy
un día entero, sonriendo.
Estoy
una noche entera, suspirando.
Estoy
tal vez ya un rato en custodia de la bacanal provista detrás de la
íntima rejilla,
que
mantiene la situación dividida una reja color óxido que encierra el
granero de sensaciones,
entre
ellas la correcta para abrirla y dejar que nuestra fiesta comience,
amaneciendo
en una cama económica siglo xxi.
Manejando
por la ciudad, clásicos, contemporáneos, la radio.
En
mi casa o en la tuya.
El
juego mamífero superior, rito de castigos eróticos que revolotean
en la mente,
las
preguntas sin respuestas a situaciones inconclusas o por el tiempo
caprichosamente interrumpidas, venimos siempre, son fuertes las
raíces.
Me
veo reflejado en tus ojos,
y
duermo tranquilo.
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